Estos son los hábitos de lectura que mantenían estos autores, entre otros datos interesantes
La lectura es un proceso vital para todo escritor. No solo les proporciona conocimiento, sino que también enriquece su vocabulario, amplía su visión del mundo y les ofrece una fuente inagotable de inspiración. Cada autor tiene una relación única con la lectura, desarrollando hábitos curiosos, a veces excéntricos, que reflejan su personalidad, obsesiones y forma de abordar el arte de escribir. A lo largo de la historia, muchos escritores famosos han compartido detalles intrigantes sobre cómo, cuándo y qué leían. Este artículo explora algunos de esos hábitos de lectura curiosos de autores que han dejado una huella imborrable en la literatura mundial.
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1. Marcel Proust: El lector omnivoro de la cama
El autor francés de En busca del tiempo perdido tenía un hábito muy peculiar: prefería leer en la cama, rodeado de almohadas, con las ventanas cerradas, las cortinas corridas y un ambiente oscuro. Proust sufría de asma crónica, lo que lo obligaba a permanecer en su habitación por largos períodos de tiempo. Para él, la cama no solo era un lugar de descanso, sino también su espacio creativo y su rincón de lectura.
Se sabe que Proust podía pasar horas leyendo, devorando todo tipo de libros, desde ensayos filosóficos hasta novelas y correspondencias. Uno de sus autores favoritos era John Ruskin, el crítico de arte británico, a quien no solo leía, sino también tradujo al francés. De hecho, dedicó una cantidad considerable de tiempo a traducir Sesame and Lilies, una obra que tenía una importancia especial para él. Proust creía que la lectura era una forma de sumergirse en el alma de otro escritor, de crear un diálogo interno que influía en su propio proceso de escritura.
2. Virginia Woolf: La lectora crítica
Virginia Woolf, una de las voces más importantes del modernismo, no solo fue una escritora prolífica, sino también una lectora crítica. Leía vorazmente, tanto literatura clásica como contemporánea, y a menudo discutía sobre los libros que leía en sus ensayos y cartas. Uno de sus hábitos más curiosos era tomar notas detalladas mientras leía, algo que luego la ayudaría a escribir sus propias críticas y ensayos literarios.
Woolf también tenía un enfoque selectivo en cuanto a su elección de lecturas. Era muy crítica con lo que consideraba literatura mediocre y no dudaba en expresar su desdén por ciertos autores. Sin embargo, también fue una defensora de escritores olvidados, especialmente mujeres que no habían recibido el reconocimiento que merecían. Entre sus autoras favoritas estaba Jane Austen, a quien admiraba por su ingenio y la forma en que retrataba la vida cotidiana.
Para Woolf, leer era un acto intelectual y emocional. En sus diarios menciona cómo ciertos libros la afectaban profundamente, hasta el punto de sentir una conexión emocional intensa con los personajes o las ideas que presentaban. La lectura era una parte integral de su vida diaria, y muchas veces utilizaba sus lecturas para inspirar sus propias obras.
3. Jorge Luis Borges: El lector ciego de vastas bibliotecas
Pocos autores tienen una relación tan íntima y profunda con la lectura como Jorge Luis Borges. A lo largo de su vida, Borges fue un lector insaciable, fascinado por la literatura universal, la filosofía y la mitología. Sin embargo, lo que hace más notable su historia es que, a pesar de quedar ciego en su adultez, Borges nunca dejó de leer. Utilizaba lectores personales que le leían en voz alta o recurría a su memoria fotográfica para "leer" libros que había leído en su juventud.
Borges trabajó como director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, lo que le permitió estar rodeado de libros, un sueño para cualquier lector. Sin embargo, su ceguera progresiva le impidió disfrutar físicamente de esos volúmenes. En uno de sus poemas más famosos, Poema de los dones, expresa su tristeza y resignación por este destino paradójico: estar rodeado de libros, pero no poder leerlos.
El autor argentino tenía un amor especial por los libros antiguos y las traducciones. Le fascinaban las ediciones raras, las enciclopedias y los textos que compilaban conocimientos de épocas pasadas. Aunque no podía leer en el sentido convencional, su vida literaria nunca disminuyó, y sus obras reflejan una profunda meditación sobre la lectura, los libros y el conocimiento.
4. Haruki Murakami: El lector metódico
El escritor japonés Haruki Murakami tiene un enfoque metódico tanto para la lectura como para la escritura. En varias entrevistas, ha mencionado que su rutina diaria incluye leer durante horas, especialmente por la tarde o la noche, después de haber completado su jornada de escritura matutina. Murakami, a diferencia de otros autores, no lee de forma aleatoria, sino que sigue una lista de lecturas seleccionadas cuidadosamente.
Una característica interesante de sus hábitos de lectura es su inclinación hacia la literatura anglosajona, en particular las novelas estadounidenses de la posguerra. Autores como Raymond Chandler, F. Scott Fitzgerald y Kurt Vonnegut influyeron profundamente en su estilo y visión literaria. Sin embargo, Murakami también tiene un aprecio por la literatura rusa, siendo Dostoyevski uno de sus escritores preferidos.
Para Murakami, la lectura es un proceso que complementa su escritura. Los libros que lee a menudo lo inspiran a explorar nuevas ideas, personajes o estructuras narrativas. Además, su capacidad para sumergirse en la ficción que lee y desconectar del mundo real es uno de los secretos detrás de su poderosa imaginación.
5. Ernest Hemingway: El lector voraz con una disciplina férrea
Ernest Hemingway es conocido por su estilo literario austero y conciso, pero sus hábitos de lectura eran sorprendentemente variados. A lo largo de su vida, leyó una amplia gama de géneros y autores, desde clásicos griegos hasta novelas de aventuras y reportajes periodísticos. Hemingway tenía un hábito peculiar: le gustaba leer de pie, apoyado en un atril, como si estuviera en un despacho o en un lugar de trabajo.
El autor de El viejo y el mar tenía una rutina disciplinada tanto para la lectura como para la escritura. Se levantaba temprano y escribía durante varias horas, luego dedicaba el resto del día a leer. Hemingway creía que un buen escritor debía ser un lector voraz, capaz de absorber diferentes estilos y enfoques narrativos para enriquecer su propia obra. A menudo volvía a leer los libros que más admiraba, como los trabajos de Tolstói, Stendhal y Mark Twain, encontrando en ellos nuevas enseñanzas cada vez que los revisaba.
Un dato interesante es que, aunque muchos lo consideran un autor exclusivamente de novelas y cuentos, Hemingway tenía un profundo respeto por la poesía. Leía a poetas como Ezra Pound y T. S. Eliot, e incluso escribió algunos poemas, aunque nunca los publicó de manera prominente. Para él, la poesía era una forma de condensar la experiencia humana en el menor número de palabras posible, algo que también aplicó en su prosa.
6. Emily Dickinson: La lectora reclusa y selectiva
Emily Dickinson es famosa tanto por su poesía como por su vida recluida. Vivió la mayor parte de su vida en la casa familiar en Amherst, Massachusetts, donde escribía y leía en soledad. Su hábito de lectura era tan peculiar como su estilo poético: leía en su habitación, generalmente por la noche, y a menudo le pedía a su familia o amigos que le enviaran libros o revistas.
A pesar de su aparente aislamiento, Dickinson tenía acceso a una gran variedad de obras literarias. Leía a autores como Ralph Waldo Emerson, Charlotte Brontë y Elizabeth Barrett Browning, todos ellos influencias notables en su poesía. También era una ávida lectora de la Biblia, cuyas referencias y metáforas aparecen con frecuencia en sus poemas.
Un aspecto curioso de su relación con la lectura es que Dickinson rara vez comentaba sobre los libros que leía. Mientras que muchos escritores mantienen diarios o correspondencias en los que discuten sus lecturas, ella era reservada al respecto. No obstante, su poesía revela una mente profundamente influenciada por los textos que absorbía, ya que a menudo juega con las estructuras y temas de las obras que leía.
7. Stephen King: El lector compulsivo
Stephen King, uno de los autores más prolíficos de nuestro tiempo, es también un lector incansable. En su libro Mientras escribo, King menciona que lee entre 70 y 80 libros al año, un hábito que ha mantenido durante toda su vida. Para él, la lectura no solo es una fuente de disfrute, sino una herramienta esencial para su trabajo como escritor.
King es conocido por leer una amplia variedad de géneros. Aunque muchos podrían esperar que se concentre en el terror, dado que es su género principal, en realidad disfruta de todo, desde novelas románticas hasta no ficción y literatura clásica. Tiene un respeto particular por autores como J. K. Rowling, George R. R. Martin y el ya mencionado Murakami.
A menudo, King lleva un libro consigo a todas partes, y tiene la capacidad de leer en cualquier lugar, ya sea en su casa, en un avión o entre las pausas de su día. Este hábito compulsivo de lectura es una de las claves detrás de su producción literaria inagotable, ya que le permite estar siempre en contacto con nuevas ideas y enfoques narrativos.
Conclusión
Los hábitos de lectura de los autores famosos son tan variados como sus propias obras. Desde Proust leyendo en la cama hasta King leyendo compulsivamente en cualquier lugar, cada escritor ha encontrado su propia manera de integrar la lectura en su vida diaria. Para estos autores, leer no es solo un pasatiempo, sino una parte fundamental de su proceso creativo, una forma de alimentar su imaginación y encontrar nuevas formas de contar historias.